Al
escuchar hablar de los nacionalsocialistas, alguien que tenga un
mínimo conocimiento de historia verá pasar por su mente nombres como
Adolf Hitler, Himmler, Auschwitz, Dachau o Anna Frank. Al pararse a
pensar un poco más detenidamente, quizás vienen a su mente episodios
como los Juicios de Nuremberg o la Batalla de las Ardenas. Pero, ¿quién
recuerda al número dos del NSDAP, Rudolf Hess, colaborador de la obra Mein Kampf?
Hoy
en día, la figura del número dos (e íntimo amigo de Hitler) ha caído en
el más estricto olvido. Odiado por unos, ridiculizado por otros,
ignorado por muchos, el mayor y más grande de los apoyos de Hitler
durante su larga espera del poder en Alemania es hoy por hoy una de las
sorpresas que se llevan aquellos que se aventuran a leer acerca de
aquellos negros años.
Hess
nació en Alejandría, Egipto, hacia 1894 en una familia de mentalidad
conservadora y dedicación mercantil. Estudió ciencias políticas y
comercio en Suiza hasta que, a punto de empezar Derecho en Oxford,
estalló la Primera Guerra Mundial. Entonces, imbuido por un espíritu
nacionalista alemán, se alistó en el ejército y recibió la cruz de
hierro por méritos militares.
Al
acabar la guerra, Hess, como tantos alemanes, se encontró un país
devastado y sin recursos: empezó a estudiar economía en Múnich, donde
entró en contacto con grupos antisemitas. Participó en combates armados
contra la República de Baviera en 1919, lo que le marcó profundamente.
Poco
después conocería a Hitler, quedando muy impresionado por su
pensamiento: no tardó en entrar en contacto con él y entablar amistades
comunes (como los hermanos Haushofer). Su vida en los siguientes años
puede resumirse como la sombra de Hitler: participó en el Golpe de la
Cervecería, compartió celda con él, fue comandante de un batallón de las SA y escribió diversos textos de alabanza al futuro líder alemán.
Tras
las elecciones de 1933 en Alemania, fue designado parlamentario y tras
la toma definitiva del poder por parte de Hitler, fue nombrado su numero
dos, asumiendo una gran cantidad de competencias y carteras: su
posición fue superior a la de Goebbels incluso, lo que demuestra su
importancia para el régimen y para el propio Adolf Hitler.
Hess esperando ser juzgado |
Ahora bien, ¿Qué ocurrió para que haya caído sobre él la peor de las maldiciones, el olvido?
La
respuesta se encuentra en 1941: el diez de mayo, el número dos de Adolf
Hitler, la segunda persona más poderosa de Europa, volaba en un avión
especialmente preparado para la causa en dirección a Inglaterra. Allí
aterrizaría ceca de los terrenos del duque de Hamilton, tras quedarse
sin combustible y rozar la muerte. Detenido, pasó el resto de su vida en
la carcel, donde acabó muriendo en 1987.
La
pregunta lógica que todo lector atento de lo expuesto hasta ahora se
debe hacer es: ¿qué motivó a tan importante figura a realizar un viaje
tan arriesgado y sin un motivo aparente? Como en todo hecho histórico
que a priori está poco claro, existen decenas de teorías: desde un plan
diseñado por el propio Hitler hasta una misión suicida fruto de un
desvarío de Hess. La respuesta real murió con el propio protagonista, ya
que pese a pasar más de cuarenta años en la carcel, nunca dio una
versión oficial. Tampoco confesó ningún tipo de plan o secreto de
guerra, ni siquiera durante los Juicios de Nuremberg (en los que fue
condenado a cadena perpetua a instancias de los occidentales y frente a
la URSS, que pedía la pena de muerte en represalia por su colaboración
con Hitler). En cierto modo, siempre se ha identificado la existencial
de Hess tras este juicio como el futuro que habría tenido Hitler tras la
guerra.
Sin
duda, las reacciones a la cuanto menos insospechada acción de Hess
fueron múltiples. El Führer llegaría a decir (según una entrevista
concedida por Heinz Linge, su ayudante, en 195): "—¡Me
engañan!... ¡Me traiciona todo el mundo!... ¡No tengo ni un solo amigo
del que me pueda fiar! Y continuaba: —¡Hasta ese idiota! ¡Ese loco
idiota al que imaginaba sumiso! ¡Ese idiota, idiota, idiota, me resulta
falso! El idiota, idiota, idiota era, desde luego, Hess. —¡Imposible
hacer proyectos! ¡Imposible calcular nada! —sentenciaba Hitler en otros
momentos—. ¿Para qué si se los transmitirán a mis enemigos
inmediatamente?... ¡Me veo rodeado de traidores!"
![]() |
Portada del libro "¿Quién mató a mi padre, Rudolf Hess?" |
En Alemania, fue pronto revelado de sus funciones por su rival en el partido Bormann, y Goebbels definió su actitud como "digna de un loco".
Condenado por sus crímenes de guerra a cadena perpetua, sobrevivió
hasta la edad de 93 años en un estado físico lamentable: prácticamente
ciego, sin poder moverse bien y con lagunas mentales dignas de un
enfermo de Alzheimer, quedó como único inquilino de la cárcel
especialmente habilitada para los presos nazis en 1966. Sus últimos años
vinieron marcados por un intenso debate en la sociedad británica, que
se dividió entre los que pedían su liberaciones por cuestiones
humanitarias y los que eran partidarios de dejarlo morir entre rejas: la
justicia hizo oídos sordos al asunto y Hess moriría en 1987.
Su
muerte quedaría rodeada de mucho misterio, ya que en una primera
autopsia se le declaro muerto por ahogamiento, fruto de un ahorcamiento.
Sin embargo, una segunda autopsia declaró que murió por
estrangulamiento provocado. La familia siempre creyó que su muerto fue
voluntaria, como demuestra el libro de su hijo.
En
definitiva, Hess, pese a su trascendencia en todo el régimen
nacionalsocialista, ha sido uno de esos personajes que ha desaparecido
del mapa histórico.
Si su historia ha resultado interesante al lector, este podrá conocer más en el siguiente reportaje de la BBC http://www.bbc.com/news/magazine-17588632 o en el siguiente documental https://m.youtube.com/watch?v=30bZh-rqQiE